La atención médica y alimenticia que recibió Hernán Cortés y su ejército en Tlaxcala

1519-1521

 

 

 

Moisés Morales Suárez

 

Página de relación

(El artículo fué publicada originalmente 2001 en: Rodríguez de Romo, A. C. y X. Martínez Barbosa (eds.). Estudios de Historia de la Medicina: Abordajes e Interpretaciones. UNAM. pags. 77-87.)

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Resumen: En el presente trabajo se presenta la información que refieren historiadores y cronistas de la conquista de México, en relación con la ayuda médica y alimentos que recibió Hernán Cortés durante su marcha a la Gran Tenochtitlan. Se mencionan a los integrantes de su “cuerpo médico” e información histórica-geográfica de la alianza hispano-tlaxcalteca. En las crónicas se describe el estado de salud, físico y emocional de los españoles, la ayuda médica así como la magnitud y variedad de alimentos. Finalmente se citan los testimonios que sobre herbolaria medicinal y médicos indígenas de la región tlaxcalteca hicieron los evangelizadores y las autoridades coloniales durante la segunda mitad del siglo XVI.

 

Introducción 

Los historiadores contemporáneos, han señalado la importancia militar que para Hernán Cortés representó su alianza con los cempoaltecas, y posteriormente con otros grupos de indígenas del altiplano como los otomís, huexotzincas y tlaxcaltecas, para la conquista de la gran Tenochtitlán. Poco se ha mencionado sobre la naturaleza de la atención médica que en particular los tlaxcaltecas proporcionaron a los españoles en los primeros años de la conquista, por lo cual el presente trabajo tiene por objeto conocer el aspecto médico que relatan en sus obras los siguientes historiadores y cronistas de la conquista, de acuerdo a su procedencia. Historiadores de la región tlaxcalteca del siglo XVI: Tadeo de Niza, Diego Muños Camargo y la historia relatada en el Lienzo de Tlaxcala mandado a pintar por el Cabildo en 1540. Cronistas testimoniales como el propio Hernán Cortés y algunos de sus soldados que escribieron sobre la conquista: Bernal Díaz del Castillo, Bernardino Vázquez de Tapia y Francisco de Aguilar. Cronistas peninsulares de los siglos XVI y XVII: Francisco López de Gómara, Antonio de Herrera y Antonio de Solís. Cronistas de la Nueva España, particularmente Francisco Cervantes de Salazar que estuvo en Tlaxcala cuando se construía la ciudad colonial y recibió relatos de soldados españoles y guerreros indígenas que habían participado en la conquista; Fray Toribio de Benavente (Motolinía) que fue guardián del convento franciscano de esta ciudad, en el año de 1537.

 

Antecedentes históricos 

Sabemos que la conquista de América no fue obra de un ejército profesional enviado por la corona de España, fue organizado por aventureros españoles que habían colonizado algunas islas del Caribe y radicaban principalmente en Cuba, Dominicana y Jamaica.

Cuando Hernán Cortés partió de Cuba, traía instrucciones del gobernador Diego Velázquez de hacer un viaje de exploración “para averiguar el secreto de la tierra” y no de conquista; pero Cortés ya planeaba lo contrario y en su apresurada salida, sólo se preocupó por reunir soldados, armas y alimentos: pan cazabe (yuca), habas, garbanzo, tocino, azúcar, aceite, puercos y gallinas según relatos de Bernal y Vázquez de Tapia. cuando llegaron los españoles, comenta Merino y García Cook, Tlaxcala estaba integrado por 24 señoríos distribuidos en una área geográfica menor al territorio del actual estado; cuatro señoríos, tradicionalmente mencionados en los documentos históricos, integraban como barrios la cabecera de Tlaxcala. Estos fueron: Ocotelulco donde se concentraba la fuerza económica con su gran mercado y grandes palacios. Su gobernante principal era Maxixcatzin; Tizatlán fue el señorío donde radicaba el poder político militar, el tlatoani era Xicohténcatl el viejo. Tepetícpac y Quiahuiztlán gobernados por Tlahuexolotzin y Citlapopocatzin.

Los tlaxcaltecas comerciaban con las poblaciones de la costa del Golfo y del Pacífico, posteriormente, durante la expansión de los mexicas en el siglo XV, la provincia de Tlaxcala quedó cercada y se inició una constante rivalidad, careciendo de productos indispensables como la sal, pero conservando el “orgullo” de no ser vencidos por los aztecas. Cuando Hernán Cortés en su camino a la gran Tenochtitlán, pidió permiso a los señores de esta provincia para que lo dejaran pasar y establecer una alianza, no fue aceptado de primera instancia y trataron de vencerlo militarmente mediante tres fuertes combates con diferentes estrategias, pero no logrado su objetivo, Maxicatzin y Xicohténcantl decidieron recibirlos en paz. Xicohténcatl Axayacatzin jefe del ejército, no ocultaba que la invitación para recibir a los invasores a lo que siempre se opuso, constituía una rendición; Cervantes de Salazar reconstruyendo un supuesto diálogo menciona que dijo: “Acuérdate capitán Cortés que jamás Tlaxcala reconoció rey ni señor que no fuese invitado”, en otras palabras, como lo señala Martínez Baracs, los tlaxcaltecas aceptaban a los españoles no como vencidos sino como aliados para pelear contra los mexicas.

Al llegar los españoles, el concepto de nación aún no existía entre los pueblos de Mesoamérica, cuando más existía una conciencia regional.

Pintura sexta del Lienzo de Tlaxcala. Cortés aposentado en la casa de Xicohténcatl. Quitlaqualmacaque significa “les dieron comida”. En la parte inferior: guajolotes (pavos), aves en huacales, cestas de tortillas y tamales.

 

Recursos médicos del ejército español 

La forma en que salió Hernán Cortés de Cuba, no le permitió traer ningún servicio médico formal; de acuerdo a Bernal, García Icazbalceta, Esquerra y Gutiérrez, lo que pudiera llamarse su “cuerpo médico”, estuvo integrado por los cirujanos-barberos Murcia y Diego de Pedraza, los boticarios-curanderos Juan Catalán y el bachiller Escobar. El único doctor en Medicina fue Cristóbal de Ojeda. Además, hubo dos mujeres valientes que ayudaron a curar las heridas y muchas veces hicieron guardia y entraron al combate: Isabel Rodríguez y María Estrada.

En 1520, como resultado de la derrota que inflige Cortés a Pánfilo de Narváez, se agregaría el cirujano Juan Maestre quien le curó el ojo herido a Narváez, dice Bernal “que curaba algunas malas heridas y se igualaba por la cura a excesivos precios”. Algunas mujeres también venían con Narváez y otras se le agregaron posteriormente, ellas fueron: Beatriz Palacios, la mujer de Sebastián Rodríguez, Beatriz Muñoz, Beatriz González, la mujer de Alfonso Valente, Juana Martín, Francisca Ordás, Catalina Márquez, Elvira Hernández y María de Vera, todas ellas ayudaron a curar heridos. La atención médica dejaba mucho que desear, por lo común la única medicina que se aplicaba a las heridas era apretarles con paños y echarles aceite caliente y sal, este recurso les faltaba muchas veces y había que suplirlo con grasa derretida de indios muertos, como lo expresa Bernal Díaz, hablando de las crudas batallas con los tlaxcaltecas “¡oh que mal refrigerio teníamos, que aún aceite para curar heridas, ni sal no había!”

Cuando Cortés había partido, Diego Velázquez recibió un memorial de Carlos V, mediante el cual se le daba licencia para descubrir islas y tierra firme, la Hacienda Real de la Habana le daría avituallamientos para la conquista y la Corona pagaría “para cada nao el salario de un clérigo, un médico, un boticario y dos buenos cirujanos”. Años más tarde, en su viaje a las Hibueras hoy Honduras, llevaría dentro de su servicio personal a dos médicos; el doctor Pedro López y el doctor Valdivia, así como al cirujano Diego de Pedraza. Cuando envió a tres barcos para descubrir las Molucas, se preocupó porque llevaran medicinas, boticarios y médicos.

 

Alimentos y ayuda médica. Estado emocional y condición de salud de los españoles. 

Al carecer de un equipo médico formal y luchar en territorio enemigo, no tuvieron la posibilidad de organizar puestos de socorro y dependieron de la ayuda médica que les proporcionaron sus aliados tlaxcaltecas en tres momentos.

La primera ocasión que recibieron alimentos y Hernán Cortés hizo observaciones sobre herbolaria, fue después de los enfrentamientos. En los primeros días de septiembre de 1519, siguiendo el camino de los mercaderes, entraron al pueblo de Tecoac donde tuvieron el primer encuentro con los otomís encargados de resguardar la frontera norte de Tlaxcala, les mataron dos caballos y otros resultaron heridos. Refiere Bernal que curaron las heridas de soldados y caballos con grasa derretida de un indio muerto. Cenaron “perrillos” (xoloizcuintle), codornices y tunas que “asaron con sus espadas y las rompieron con las alpargatas para no espinarse”. La noche anterior a la segunda batalla que tendrían en Tzompantépec frente a centenares de bravos guerreros comandados por Xicohténcatl, dice Bernal y Gómara que temieron morir y pasó la noche confesándoles el padre Olmedo y el clérigo Juan Díaz. Cortés presentaba fiebre y se purgó con cinco píldoras apelmazadas que había traído de Cuba, el siguiente día “anduvo peleando sin acordarse del achaque, ni sitió la purga según les dijo y tuvo que repetir la purga”. Al considerar los capitanes indígenas que “no sería honroso la victoria de un enorme ejército contra 500 hambrientos soldados pero con la finalidad de espiar su sistema defensivo, les enviaron 300 guajolotes, 200 canastas de tamales que pesaban mas de 100 arrobas y 200 canastas de capulines” la victoria fue para los españoles, Bernal fue herido en la cabeza y en el muslo. Por tercera y última ocasión se enfrentaron en una batalla nocturna y aunque también salieron victoriosos, al siguiente día todos tenían más de tres heridas, Cortés y el padre Olmedo continuaban con fiebre y Bernal se quejó de que les faltaba aceite y sal para curar sus heridas, se encontraban con hambre, miedo y un grupo de ellos quería regresar a Cuba.

Los embajadores cempoaltecas que hacía una semana los había enviado Cortés a solicitar la paz regresaron con la respuesta afirmativa; Xicohténcatl Axayacatzin, fue designado para aceptar la paz y pidió que se respetasen a “los vecinos, a sus dioses y a sus mujeres”. El historiador Thadeo de Niza de Santa Mará originario del señorío de Tepetícpac y citado por Alva Ixtlilxochitl, añade el dato curioso de que en Atlihuetzia, antes de llegar a Tizatlán les obsequiarían gran cantidad de alpargatas, porque se les habían gastado por el camino, seguramente fueron cactli (sandalias) que era el calzado de cuero o de fibra de maguey que utilizaban los indígenas. Dicen Bernal y Cervantes de Salazar que fueron hospedados por Xichtén catl en sus casas donde les tenían petates (esteras acolchonadas) y mantas de henequén; les proporcionaron mujeres para hacer tortillas, se ha calculado que una mujer podría preparar tortillas a mano para 10 hombres. Tan sólo para este alimento básico, se requería del auxilio de 50 mujeres para el ejército español, sin contar las necesarias para los aliados tlaxcaltecas. También les dieron cargadores para el transporte de leña, agua, fardaje y abundantes víveres: tortillas, tunas, codornices, legumbres, más de 4000 gallinas vivas, otras asadas y agrega Muñoz Camargo: liebres, conejos, venados, otros géneros de caza; maíz y fríjol.

Los españoles realizaron una misa a cargo del clérigo Juan Díaz porque el padre Olmedo seguía con fiebre y estaba muy débil, posteriormente cerraron el pacto los gobernantes de los cuatro principales señoríos, obsequiando a Cortés y a sus capitanes algunas de sus hijas para tener “generación”, costumbre ancestral en Mesoamérica para sellar alianzas y engrandecer estados; la escena se puede apreciar en el dibujo séptimo del Lienzo de Tlaxcala.

Permanecieron veinte días en Tizatlán y Ocotelulco, no se describe por los cronistas que hayan recibido ayuda médica, Cortés fue invitado por Maxixcatzin a conocer la ciudad y a visitar el mercado. En la segunda Carta de Relación le dedica a Tlaxcala dos largas páginas, hizo algunas observaciones relacionadas con la medicina “lo poco que diré creo que es casi increíble, es más grande que Granada en edificios y gentes, un mercado donde hay más de 30,000 almas vendiendo y comprando” advierte que venden yerbas de comer y medicinales, en su paseo por la ciudad observa casas donde los barberos lavan las cabezas y las rapan con navajas de obsidiana así, como baños de vapor (temascalli) siempre concurridos.

A mediados del año de 1520, fue la segunda ocasión que recibieron los beneficios de la medicina tlaxcalteca. Sucedió después de la batalla en Cempoala; contra Pánfilo de Narváez, enviado por Diego Velázquez para detener a Hernán Cortés. El numeroso ejército de 800 soldados, 80 jinetes, 1000 indios de la isla de Cuba, algunos negros y 18 naves, fue derrotado y pasó a engrosar las filas de Cortés. En esta acción el capitán Diego de Ordás permitió que el maestre Juan Catalán, cirujano de Narváez, le curase el ojo que perdería posteriormente.

De regreso a la Gran Tenochtitlán vía Texcoco, Cortés pasó por Ocotelulco, refiere que dejó a varios enfermos y a ochenta heridos al frente de Juan Pérez. Cervantez de Salazar así como Herrera y Tordesillas mencionan la siguiente ayuda en alimentos:

"Venían con hambre hambre y sed los centenares de soldados, jinetes e indígenas, mandó Cortés a Juan Márquez y Alonso de Ojeda se adelantasen a Tlaxcala para tener noticias de Pedro de Alvarado que se había quedado al mando en Tenochtilán, así como para recoger comida. Trajeron 1000 guajolotes, 400 cargas de tortillas, 50 cántaros de cerezas de la tierra (capulines) muchas cargas de tunas y 200 cántaros de agua con 1200 hombres cargando las provisiones, a los caballos les dieron de comer tortillas y las comieron bien".

La tercera ocasión en que la ayuda médica sería vital, fue después de la desastrosa derrota conocida como la “noche triste” del 30 de junio de 1520; en donde Cortés perdió cerca de 1000 soldados, más de cincuenta jinetes y a centenares de guerreros indígenas. Después del prolongado sitio se retiraron a Tlaxcala rodeando los lagos y tardaron en llegar ocho días, iban casi todos heridos y muchos enfermos. Cortés estaba herido en la mano izquierda por tener dentro el pedernal de una flecha y no podía traer la rienda sino atada al brazo, también la rodilla la traía herida por dos pedradas, dice Bernal “Lástima era de ver curar y apretar con algunos paños de manta nuestras heridas y como no las curábamos se habían resfriado, estaban hinchadas y dolían”; Herrera añade que el hambre era tanta que a los indios no se les daba más de una tortilla de ración y a los castellanos 50 gramos de maíz tostado, capulines y yerbas; ayudados en su elección por los tlaxcaltecas, estas yerbas comestibles probablemente fueron quelites, quintoniles, verdolagas y malvas que aún se consumen en la región. El cansancio del camino se refleja expresivamente en la lámina vigésimo tercera del Lienzo de Tlaxcala representando a Cortés, Malitzin y a otros soldados durmiendo fatigados.

Cortés y Bernal relatan que en el camino les mataron el caballo de Martín Gamboa y “le comieron sin dejar pelo ni hueso”. La escena se ilustra en la lámina vigésima cuarta del Lienzo. Siempre perseguidos por los guerreros chalcas, texcocanos y acolhuas, Cortés salió con otra herida en la cabeza de dos pedradas lanzadas por la onda de un guerrero y menciona Solís “que abollando su casco le rompió la primer túnica del cerebro”. En Otumba enfrentaron otra batalla ante centenares de guerreros, señala Gómara, y el propio Cortés

"que mandó en la delantera a los lados y en la retaguardia fueran los caballos y soldados sanos para poder pelear, en medio irían los caballos, soldados y guerreros heridos; que los de a caballo tomasen en ancas a los mas dolidos y los que tenían fuerza llevasen a cuestas o en hamacas a un herido, y los cojos con bastones, muletas u otros remedios para ayudarse y poder anda”.

Creyendo que sería el último día de sus vidas, salieron victoriosos gracias a la estrategia de Cortés y entraron finalmente al señoría de Hueyotlipan el 8 de julio de 1520; desmoralizados, fatigados, enfermos y con el temor de ser acabados por los tlaxcaltecas. Fueron recibidos en forma amistosa por Maxixcatzin con numerosos obsequios que se plasmaron en una de las pinturas más expresivas del Lienzo de Tlaxcala, (lámina 28) y se puede apreciar cómo los españoles pudieron gozar de todo tipo de alimentos, inclusive pastura y granos de maíz para los caballos. Los encargados del almacenamiento del maíz se portaron con gran liberalidad, al grado de permitir a los soldados el acceso a los cuexcomates henchidos de grandes mazorcas, numerosos alimentos se pueden observar: canastas de tortillas, guajolotes vivos y aves asadas. 

Pintura vigesimoctava del Lienzo de Tlaxcala. La frase en náhuatl (borrada en esta imagen) significa: “En Hueyotlipan salieron a encofrar a los señores y les dieron toda clase de alimentos”: cestos de tortillas y tamales, aves asadas, guajolotes, un español da forraje y maíz a los caballos.

Ratificado el pacto, se trasladaron a Ocotelulco; Maxicatzin refiere Francisco de Aguilar “dando muestras de buen cristiano salió a recibirlos, venían destrozados, heridos, muertos y cansados". El resto de soldados españoles fueron hospedados por Xicohténcatl en Tizatlán.

Cervantes de Salazar menciona que Maxicatzin les hizo una alegre fiesta y después de haber comido le trajo a Cortés “una cama de madera encasada y alguna ropa de la que ellos tienen para dormir”. Preocupados porque las heridas de Cortés habían empeorado y presentaba fiebre, suspendieron la fiesta y al saber que sus médicos s lo habían desahuciado, tuvo que ser tratado por los cirujanos tlaxcaltecas; Antonio de Solís relata este hecho de la siguiente manera:

“Maxixcatzin convocó a los médicos más insignes, cuya ciencia consistía en el conocimiento y elección de las yerbas medicinales que aplicaban con admirable observación de sus virtudes y facultades, se les debió enteramente la cura por que sirviéndose primero de unas yerbas saludables y benignas para corregir la inflamación y mitigar los dolores de que provenía la calentura, pasaron por sus grados a las que la ponían y cerraban las heridas con tanto acierto y felicidad que le restituyeran brevemente a su perfecta salud”.

De acuerdo a este relato, el pintor Almaraz sugiere cómo pudo haber sido la curación a Hernán Cortés en Ocotelulco, después de la “noche triste”.

Posteriormente, Cortés relataría a Carlos V este hecho de la siguiente manera:

“En esta provincia de Tlaxcaltecal estuvo 20 días curándome de heridas que traía, porque en el camino y mala cura se me habían empeorado mucho en especial las de la cabeza, haciendo curar así mismo a los de mi compañía que estaban heridos. Algunos murieron otros quedaron mancos y cojos y yo mismo quedé manco de dos dedos de la mano izquierda y aunque ni yo estaba muy sano y los de mi compañía todavía bien flacos salí para Tepeaca”.

López de Gómara refiere que “algunos españoles murieron a los principios por las llagas, dejándolas sucias o sin atar y de flaqueza y trabajo, según cirujanos decían”.

Salazar menciona que fueron 50 días los que permanecieron Cortés y sus soldados restableciéndose. La palabra “manco” era utilizada para referirse a la limitación o incapacidad de mover alguna parte de brazos, manos o dedos.

Terminada la conquista y habiendo experimentado Cortés la eficiencia de los médicos que lo curaron, solicitará a Carlos V que le “enviaran prelados, sacerdotes, labradores y que no se permitiese pasar allá letrados, médicos ni tornadizos”.

Durante el sitio de la Gran Tenochtitlán en 1521, Hernán Cortés envió por bastimentos a Tlaxcala a Juan Márquez y Alonso de Ojeda, con 20 indígenas del cuartel de Pedro de Alvarado. Tres días después regresaron centenares de cargadores con la siguiente cantidad de alimentos que detalla Herrera: 15000 cargas de maíz, 1000 cargas de gallinas, 300 cargas de tasajo de venado y agrega que también llegaron 30 mujeres para la elaboración de alimentos, todo esto lo entregaron en Texcoco a Pedro Sánchez Farán y a María Estrada para hacerles llegar a los combatientes que estaban sobre la ciudad. Independientemente de la exactitud en las cantidades relatadas, el convertir la “carga”, unidad de peso utilizada en el siglo XVI equivalente a 23 kg, nos da una idea de la cantidad de alimentos enviados; en relación al venado, Muñoz Camargo relata que le tocó observar durante una cacería gran cantidad de los mismos que incluso dañaban las cosechas “del maíz y sementeras pues andaban en manadas de veinte, treinta y cien”.

Por temor de ser atrapado y sacrificado por los aztecas durante el sitio de Tenochtitlán, refiere Bernal un dato muy humano de lo que sentía antes de entrar en batalla “se me parecía una como grima y tristeza en el corazón orinaba una vez o dos y encomendándome a Dios y entrar a la batalla se me quitaba aquel pavor”. Hernán Cortés cuando tenía un exabrupto “se le hinchaba una vena en la garganta y otra en la frente de muy enojado y arrojaba un lamento al cielo y no decía palabra fea ni injuriosa a ningún capitán ni soldado”.

 

Testimonios de la herbolaria y de los médicos indígenas 

Terminada la conquista se inició la evangelización y con ella la fundación de hospitales. El 25 de marzo de 1537, dice Motolinía que adjunto al convento de San Francisco en la ciudad de tlaxcala fue inaugurado un gran hospital llamado de la Encarnación. “Construido al modo de los buenos de España” los servicios médicos estuvieron a cargo de los médicos indígenas que eran “muy experimentados, sabían aplicar muchas hierbas y medicinas y hay algunos de tanta experiencia que muchas enfermedades que han padecido los españoles largos días sin hallar remedio, estos indios los han sanado”.

Fray Toribio de Benavente “Motolinía”, fue guardián del convento en 1537, de esta forma le permitió tener una vasta información de la herbolaria regional. Con base a las múltiples aplicaciones que le informaron del maguey, el pintor y cronista de la ciudad de Tlaxcala, Desiderio H. Xochitiotzin, pinta en los murales del Palacio de Gobierno una sección llamada “El maguey, árbol de las maravillas” y representa un médico que cura la mordedura de una serpiente con el corazón de un magueyito.

Diego Muñoz Camargo, hace alusión al Protomédico de Felipe II, el Dr. Francisco Hernández; menciona que se le ha informado sobre diversos animales y plantas con propiedades medicinales, por lo cual solamente agrega los nombres de diferentes árboles con sus aplicaciones terapéuticas; bálsamos, emplastos para fracturas, purgantes, para los catarros, etc.

En el año de 1547 siendo virrey Luís de Velasco, mandó a empadronar a los indios de Tlaxcala con la finalidad de registrar tributaciones y actividades laborales; resulta interesante señalar que ocupan el segundo lugar los herbolarios (quilaenmi), médicos (tepati) y cirujanos (tlama). En el compendio de los cuadros se describen y agrupan a los habitantes de acuerdo a sus cargos, estrato social; también se mencionan a las personas que se dedican a cuidar enfermos (cocoxqui), distintas enfermedades y a personas lisiadas. Se hizo una relación de los médicos y cirujanos que radicaban en tres señoríos, siendo estos: ciento cuarenta y seis en Ocotelulco, ciento quince en Quiahuzitlán y ciento dos en Tizatlán.