Pedro de Alvarado

 

 

Xavier López Medellín

Página de relación

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Nace en Badajoz en 1485, mismo año de nacimiento que Hernán Cortés. Fue uno de seis (Pedro, Jorge, Gonzalo, Gómez, Sara y Catalina) ¿o siete?, hijos de Gómez de Alvarado comendador de Lobón de la orden de Santiago y de Teresa Suárez de Moscoso.

Pedro de Alvarado

                       Pedro de Alvarado

Según Bernal Díaz, Pedro de Alvarado "tenía buen cuerpo y era muy activo, de buenos modos y trato y siempre estaba sonriendo. Era gran jinete, gustaba de vestir bien; usaba una cadena pequeña con una joya y usaba un anillo con un buen diamante. Pero hablaba demasiado y era muy tramposo en los juegos".

Pedro de Alvarado pasó a La Española en 1510, para posteriormente establecerse en Cuba. En la expedición de Juan de Grijalva que exploró las costas de la península de Yucatán y el Golfo de México, Alvarado estuvo al mando de una de las carabelas. Fue el primero que regresó de dicha expedición con muchos tesoros.

Posteriormente fue nombrado capitán en la expedición comandada por Hernán Cortés en 1519, de quien sería su "mano derecha". Fue nombrado el primero de cuatro regidores de la Villa Rica de la Veracruz y luchó con fiereza junto a Cortés en la toma de la capital azteca. Donde por su rubia cabellera y feroz combate, los indígenas lo conocerían en adelante como "Tonatiuh" que quiere decir Sol (´Lo que hace el día´) en náhuatl.

Al llegar Pánfilo de Narváez a las costas mexicanas con orden de aprender a Cortés, éste partió de Tenochtitlán a enfrentarlo dejando a Pedro de Alvarado al frente de cerca de 80 españoles con orden de resguardar la ciudad. Por aquellos días los aztecas festejaban una gran fiesta por lo que antes que partiera Cortés, le pidieron autorización para hacer dichos festejos. Los acompañantes tlaxcaltecas aprovecharon la ocasión para sembrar en Alvarado el temor de una probable rebelión, diciéndole que los mexicas estaban juntando armas y sacando a sus mujeres y niños de la ciudad para lanzar un ataque sobre los españoles y sus aliados.

Seguramente Alvarado pensó actuar como Cortés, pero sin tener ni la sagacidad ni la inteligencia del caudillo, y quizá recordando el hecho sucedido en Cholula, Alvarado mandó hacer una masacre con los mexicas mientras celebraban su fiesta. Esto enfureció a la población azteca, quienes se volvieron contra los españoles y sus aliados sitiándolos en el palacio de Axayácatl hasta la llegada de Cortés.

Alvarado en la matanza del Templo Mayor

Alvarado en la matanza del Templo Mayor

Cortés viendo lo que había pasado y que estaban sitiados, comenzó a planear la retirada, pero nunca reprochó nada a Alvarado. Finalmente la salida del palacio se hizo el 30 de junio de 1520, en la conocida Noche Triste, en la que Pedro de Alvarado se destacó como gran combatiente dirigiendo la retaguardia de la compañía.

Una vez consumada la conquista, Cortés nombra a Pedro de Alvarado procurador de Tenochtitlán-México y le otorga una gran encomienda el 25 de agosto de 1522 (recibiendo Tututepeque, Quizquital, Apichagua, Chacaltepeque, Centrepeque, Tetelongo, Chila y Xochimilco).

Posteriormente es encargado de la sujeción de otros pueblos situados al sureste de México y en cumplimiento de tales órdenes, conquista Guatemala y el señorío de Cuzcatán, cuyo territorio es hoy El Salvador. Fundó la ciudad de Santiago de los Caballeros (hoy conocida como ciudad de Guatemala) el 25 de julio de 1524. Fue nombrado Adelantado y Gobernador temporal de Guatemala en 1530, además de nombrarle caballero de la Orden de Santiago.

Se dirigió a Perú en 1534 con 11 barcos y 600 o mas hombres, pero tuvo problemas con Diego de Almagro quien logró quitarlo de su camino, por lo que tuvo que regresar a Guatemala con solo un barco y dejando a la mayoría de sus hombres.

Posteriormente, Alvarado se dirige a España hacia 1537, donde se presenta ante el emperador para defenderse de las acusaciones que sobre él se hacían y para solicitar permiso para dirigirse hacia la China. Para el descargo de pruebas a su favor, Alvarado presenta su testimonio de la pacificación, fundación de villas, adjudicación de tierras y apertura de puertos para la población de Guatemala y Honduras. Con todo ello, Alvarado logra el perdón de sus faltas y recupera el favor del emperador y del Consejo de Indias.

El 9 de agosto de 1538 se le otorga la gobernación de Guatemala por un periodo de siete años (siempre que el juicio de residencia que se le estaba aplicando por el licenciado Maldonado, no le encontrara culpas que lo hicieran privar de ella). Sin embargo, Alvarado se movió activamente para conseguir la extensión y aclaración de sus poderes, con lo que se le hizo acreedor de una de las veinticinco partes de islas y tierras que descubriere, con título de marqués, señorío y jurisdicción; además de hacerle gobernador y capitán general por toda su vida de todo lo que descubriere, además de ser alguacil mayor perpetuo de ellas.

En su estancia en España, Alvarado frecuentaba la casa de doña María Manrique, madre de su primera esposa doña Francisca de la Cueva, prendándose Alvarado de su cuñada doña Beatriz, y al ser correspondido por ella decidieron contraer matrimonio el 17 de octubre de 1538.

Después del matrimonio, Pedro de Alvarado comenzó a preparar su viaje de regreso a Guatemala. Componían la armada tres galeones (Santa Catalina, Santa María de Guadalupe y Trinidad) que se hicieron a la vela en el puerto de Sanlúcar de Barrameda a principios de 1539. En marzo del mismo año llegaba la armada a la Isla Española, donde se volvieron a proveer de provisiones y Alvarado tuvo oportunidad de platicar con también el recién llegado historiador Gonzalo Fernández de Oviedo. Finalmente el 20 de marzo Alvarado parte a Honduras llegando dos semanas mas tarde, el Viernes Santo de 1539 a Puerto Caballos.

Honduras era gobernado por Francisco de Montejo a la llegada de Pedro de Alvarado y vivía en penosas circunstancias en la ciudad de Gracias a Dios, pues ocurrían constantes combates con los indígenas de la zona. Alvarado se había enterado en España de que Montejo le había despojado de algunos pueblos que él se había adjudicado, por lo que consiguió una carta del emperador, dirigida al obispo Pedraza para que resolviera el conflicto. El obispo hábilmente logró que Montejo saliera a recibir a Alvarado, y ambos se abrazaron y pasaron grandes fiestas los primeros días. Sin embargo, al pasar los festejos, Montejo se negaba a devolver a Alvarado los pueblos que le había quitado y éste reclamaba no sólo la devolución sino la renta de los tres años y los daños y pérdidas sufridos. El obispo hizo todas las pesquisas pertinentes y finalmente entregó a Alvarado algunos de los pueblos y obligó a Montejo a pagar diecisiete mil castellanos, a lo que Montejo, viendo la fuerza de Alvarado, solicitó la población de Chiapa (que era de Guatemala) para irse a gobernar junto con Yucatán, de donde Montejo era gobernador perpetuo, y que en cambio, él dejaría a Alvarado la gobernación de Honduras.

"El Adelantado Montejo y yo nos concertamos desta manera: que yo le deja la Ciudad Real de Chiapa que es en la gobernación de Guatimala, y en la de México el pueblo de Suchimilco con toda su tierra; y más, le doy dos mil castellanos, y él me deja el derecho que tiene de esta gobernación de honduras para que Vuestra Majestad me haga merced della junto con la de Guatimala" (Carta de Alvarado el 4 de agosto de 1539).

Después de cinco meses en Honduras, Alvarado se dirigió a Guatemala, llegando el 15 de septiembre de 1539. Se presentó en el ayuntamiento de la ciudad y exhibió las provisiones reales que traía, los oficiales encargados de la provincia de Guatemala felicitaron a Alvarado por los logros obtenidos y le recibieron con grandes fiestas y competencias de cañas, que duraron algunos días. Posteriormente Alvarado comenzó a ocuparse de la traza y construcción de la ciudad, del aprovisionamiento de agua y de construir sus casas.

El 18 de noviembre de 1539, Alvarado informaba al emperador que tenía lista una armada de doce galeras y naos gruesas, una galeota de veinte bancos y un bergantín de trece. Sin embargo hasta principios de junio de 1540 partía Alvarado a las islas de la Especiería y dejaba encargado de su gobierno a don Francisco de la Cueva.

La armada llegó al puerto de la Navidad, al noroeste del actual puerto de Manzanillo, donde se detuvieron solo para proveerse de agua fresca y alimentos. Sin embargo, al enterarse de la llegada de la armada, el capitán Juan Fernández de Hijar, gobernador de la villa de la Purificación, se trasladó al puerto de Navidad para informar a Alvarado del angustioso estado en que se encontraba todo el reino de Nueva Galicia a consecuencia de la sublevación general de los naturales de la región, y le rogó ayudara a los españoles contribuyendo a la pacificación de la región. Alvarado aceptó sin vacilar la petición del gobernador y dio orden de desembarcar y marchar hacia Guadalajara, el punto mas amenazado por estar rodeado de enemigos.

Sin embargo, el Virrey de Mendoza también se enteraba de la presencia de Alvarado y solicitó se encontraran en un punto medio entre la Ciudad de México y Manzanillo. Ahí el Virrey platicó con Alvarado acerca de su plan de la conquista de unas ciudades de Tzíbola, muy ricas localizadas al norte (lo que ahora es Nuevo México), prometiéndole grandes riquezas y poder, lo que deslumbró a Alvarado y decidió dedicarse a estos esfuerzos otorgando la mitad de su armada y personal al virrey. Este nuevo convenio obligaba a Alvarado a hacer nuevos preparativos y gastos, por lo que tuvo que dirigirse a la Ciudad de México, donde permaneció los siguientes seis meses.

A principios de junio de 1541 salió Alvarado de la Ciudad de México y se dirigió a Michoacán de donde fue al puerto de Santiago de Buena Esperanza a encontrar sus navíos. Mientras tanto continuaba la rebelión de los indios de Nueva Galicia con proporciones cada vez mas alarmantes, por lo que el gobernador Cristóbal de Oñate solicitó nuevamente al adelantado su presencia para socorrerlos. Alvarado aceptó ayudarles y después de dejar guarnecidas las poblaciones aledañas, se dirigió a Guadalajara con 100 hombres.

Los indios sublevados se habían guarecido en la sierra de Juchipila y del Mixtón y en el pueblo y peñol de Nochistlán, sitiados a corta distancia al norte de Guadalajara. Alvarado creía sería fácil desalojarlos de su posición y pacificar el país, contrario al gobernador Oñate quien proponía se demorara la campaña hasta después de la temporada de lluvias. Sin embargo a Alvarado no le gustaba la idea de esperar: "Vergüenza es que cuatro gatillos encaramados hayan dado tanto tronido que alborotan al reino". Así anunció marchar inmediatamente a atacar a los rebeldes, utilizando solamente a la gente que llevaba.

"Temo suceda algún desastre, señor Adelantado, por no aguardar Vuestra Señoría mejor tiempo y el socorro de México", díjole Oñate. Y Alvarado contestó: "Ya está echada la suerte, yo me encomiendo a Dios".

Alvarado fue a Nochistlán y trató de convencer a los indios de pacificarse, pero éstos se negaron y prepararon su defensa, logrando hacer retroceder a los españoles con varias bajas. La caballería se atascaba en el terreno lodoso, al igual que la infantería por lo que Alvarado tuvo que ordenar la retirada, siendo perseguidos por los indios quienes les inflingieron mucho daño.

El adelantado luchaba a pie con su espada y rodela cuando, ya libres de la persecución de los indios, tuvieron que subir una gran pendiente llevando del diestro a los caballos. El escribano Baltasar de Montoya poseído por el pánico iba adelante espoleando sin misericordia a su caballo. Viendo esto Alvarado le gritó: "Sosegaos, Montoya, que los indios nos han dejado". Sin embargo Montoya no atendía estas razones y siguió espoleando al caballo, hasta que a éste se le fueron las patas y cayó rodando llevándose en su caída a Pedro de Alvarado "siendo tal el golpe que le dio en los pechos, que se los hizo pedazos y le llevó rodando por la cuesta abajo hasta un arroyuelo, a donde estando caído, acudió toda la gente al reparo y le hallaron sin sentido".

Sus capitanes le condujeron al pueblo de Atenguillo, a donde lo fue a encontrar el gobernador Oñate. Después de reprochar a Alvarado su imprudencia por atacar en esas condiciones, el adelantado contestó: "Quien no crea a buena madre, crea a mala madrastra; yo tuve la culpa en no tomar consejo de quien conocía la gente y tierra, y mi desventura fue traer a un soldado tan cobarde y vil como Montoya, con quien me he visto en muchos peligros por salvarle, hasta que con su caballo y poco ánimo me ha muerto. ¡Sea Dios loado! Yo me siento muy fatigado y mortal; conviene que con la brevedad posible me lleven a la ciudad para ordenar mi alma".

Al día siguiente llevaron a Alvarado a Guadalajara, donde lo confesó un sacerdote, le administraron los sacramentos de la Iglesia y el 4 de julio dictó su testamento a los escribanos Diego Hurtado de Mendoza y Baltasar de Montoya causante de su desgracia. Disponía que sus herederos cumplieran el convenio hecho con el virrey de Mendoza, nombraba heredera a su mujer doña Beatriz de la Cueva. Ordenó que su cuerpo fuera enterrado en la iglesia de Guadalajara y que de ahí lo llevaran al convento de Santo Domingo en México.

Ese mismo día, 4 de julio de 1541 en Guadalajara murió don Pedro de Alvarado, conquistador de México y Guatemala. Sus restos se trasladaron al convento de Tiripitío, donde estuvieron hasta 1563. Posteriormente la hija del adelantado doña Leonor de Alvarado solicitó en 1568 construir dos bóvedas en la catedral de Guatemala para trasladar a su padre y su madre. El historiador Fuentes y Guzmán dijo haber conocido dichos sepulcros en la iglesia de Guatemala antes de ser demolida (cerca de 1690), pero a partir de la demolición de esta iglesia, los restos del adelantado se perdieron.

 

La batalla del Peñol de Nochistlán: La caída de Pedro de Alvarado (© Xavier López Medellín)

 

BIBLIOGRAFÍA:

Martínez, J. L.: Hernán Cortés. Fondo de Cultura Económica-UNAM. México 1991, 1009 pp.

Rencinos, A.: Pedro de Alvarado, conquistador de México y Guatemala. FCE 1951, 1ª edición.

Presscott, W. H. : Historia de la Conquista de México. CIA. General de ediciones, México (1843) 1952, 283 pp.

Thomas, H. : Who´s who of the Conquistadors. Cassel & Co. Londres 2000, 444 pp.