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De la "Epístola al Licenciado Sánchez de Obregón,
Primer Corregidor de México" 
    
Juan de la Cueva
 
    
    
    
    
    
    
... A toda esta Ciudad sois muy propicio 
    
y la Ciudad a mí, porque yo en ella 
    
a mi placer me huelgo y me revicio, 
    
y así, la tengo por feliz estrella 
    
la que nos condució, de una fortuna 
    
tan grande cual nos dio y nos trajo a vella. 
    
¿Consideráis que en torno está cercada 
    
México, cual Venecia edificada 
    
Sobre el mar, sin diferencia alguna? 
    
¿Consideráis que en torno está cercada 
    
de dos mares que envían frescos vientos 
    
que la tienen de frío y calor templada? 
    
Los edificios altos y opulentos, 
    
de piedra y blanco mármol fabricados, 
    
que suspenden la vista y pensamientos; 
    
Las acequias y aquestados regulados 
    
atanores que el agua traen a peso 
    
de Santa Fe una legua desviados? 
    
de aquestas cosas que sin arte expreso, 
    
que admira el verlas y deleitan tanto, 
    
De que puedo hacer largo proceso, 
    
cuando las considero una extrañeza 
    
que a alcanzar lo que son no me levanto. 
    
Seis cosas excelentes en belleza 
    
hallo, escritas con C, que son notables 
    
y signas de alabaros su grandeza: 
    
Casas, calles, caballos admirables,  
    
carnes, cabellos y criaturas bellas,  
    
que en todo extremo todas son loables; 
    
Bien claro veis que no es encarecellas 
    
esto, y que pueden bien por milagrosas  
    
venir de España a México por vellas. 
    
Sin éstas hallaréis otras mil cosas 
    
de que carece España, que son tales,  
    
al gusto y a la vista deleitosas. 
    
Mirad a aquellas frutas naturales, 
    
el plátano, mamey, guayaba, anona, 
    
si en gusto las de España son iguales. 
    
Pues un chico zapote, a la persona 
    
del Rey le puede ser empresentado 
    
por el fruto mejor que cría Pomona. 
    
El aguacate a Venus consagrado 
    
por el efecto y trenas de colores, 
    
el capulí y zapote colorado; 
    
La variedad de hierbas y de flores, 
    
de que hacen figuras estampadas 
    
en lienzo, con matices y labores, 
    
Sin otras cien mil cosas regadas 
    
de que los indios y españoles usan, 
    
que de los indios fueron inventadas. 
    
Las comidas, que no entiendo acusan  
    
los cachopines y aun los baquianos, 
    
y de comerlas huyen y se escusan, 
    
Son para mí, lo s que lo hacen, vanos; 
    
que un pipián es célebre comida, 
    
que el sabor dél os comeréis las manos. 
    
La gente natural, sí, es desabrida 
    
(digo los indios) y de no buen trato, 
    
y la lengua de mí poco entendida. 
    
Con todo esto, sin tener recato, 
    
voy a ver sus mitotes y sus danzas, 
    
sus juntas de más costa que aparato. 
    
En ellas no veréis petos ni lanzas, 
    
sino vasos de vino de Castilla 
    
con que entonan del baile las mudanzas. 
    
Dos mil indios (oh extraña maravilla) 
    
bailan por un compás a un tamborino, 
    
sin mudar voz, aunque es cansancio oílla; 
    
En sus cantos endechan el destino 
    
de Moctezuma, la prisión y muerte, 
    
maldiciendo a Malinche y su camino: 
    
El gran Marqués de Valle llaman fuerte, 
    
que los venció; llorando desto, cuentan 
    
toda la guerra y su contraria suerte. 
    
Otras veces se quejan y lamentan  
    
de Amor, que aun entre bárbaros el fiero 
    
quiere que su rigor y fuego sientan. 
    
De su hemisferio ven la luz primero 
    
ausente, que se ausentan del mitote 
    
en que han consumido el día entero; 
    
De aquí van donde pagan el escote 
    
a Baco, y donde aguardan la mañana  
    
tales que llaman el mamey camote. 
    
Luego, hablan la lengua Castellana 
    
tan bien como nosotros la hablamos, 
    
y ellos la suya propia Mexicana. 
    
Esto, porque es notable, lo notamos 
    
los que de España a México venimos, 
    
que allá ni lo sabemos ni alcanzamos...