Pánfilo de Narváez

 

 

Xavier López Medellín

Página de relación

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Pánfilo de Narváez nació probablemente en Navalmanzano, cerca de 1470 y muere en Florida en 1528. Era alto, de cabello rubio bermejo, de voz profunda y fuerte, honrado, valiente, de buena conversación, pero vanidoso y necio.

Pasó a La Española en 1498, fue alguacil en Jamaica y posteriormente de Diego Velázquez en Cuba en 1508. Conquistó Bayamo y Camagüey. Se casó en Cuba con una viuda rica, María de Valenzuela, y pronto consiguió varias encomiendas.

Era contador real en Cuba, cuando en 1520 se entera de la noticia que los procuradores de Cortés: Montejo y Portocarrero habían desembarcado en la isla por provisiones y recién habían partido hacia España. Comunicó esto al gobernador Velázquez, quien escribió a España pidiendo la aprehensión de los procuradores y sus acompañantes, así como decomisar el tesoro que llevaban. Además se dedicó a reclutar hombres para realizar una expedición punitiva contra Cortés, de la que Pánfilo de Narváez estaría al mando.

Tendría Narváez cerca de cuarenta años cuando en 1520 parte tras Cortés con 19 naves, 1.000 o 1.200 hombres y 50 caballos. Durante su viaje, que siguió la misma ruta que las expediciones anteriores, una nave se perdió junto con cincuenta tripulantes. Desembarcando en Cozumel, Narváez fundó la Villa del Arenal, sin prestar atención a las indicaciones que le hizo el oidor por ser aquella una conquista de Cortés. Narváez le apresó por desafiarle y le embarcó de regreso a Cuba. Narváez se enteró de las acciones realizadas por Cortés a través de un español que había permanecido en el fuerte de Quiahuiztlán. Y envió al clérigo Guevara junto con un escribano y algunos testigos para notificar las provisiones del gobernador Velázquez. Este emisario fue aprehendido por Gonzalo de Sandoval, quien mandó de inmediato enviarlos a Cortés a Tenochtitlán-México. Así se enteró Cortés de los planes de Narváez, extrajo la mayor información posible de los prisioneros, quienes a la vista del oro cambiaron de bando y se pasaron a las filas de este, y se enteró de el apoyo que recibía Narváez por parte de la gente del "Cacique Gordo" de Cempoala, por lo que determinó salir personalmente a enfrentar a Narváez. Cortés comienza una serie de carteos con Narváez, reafirmando su conquista de manera legal y pidiendo a Narváez unirse a él, y el otro por supuesto negándose a ello. Los mensajeros iban y venían, sin llegarse a un acuerdo; en Cholula se le incorporan mas fuerzas y continuó su camino por Orizaba y Huatusco. Hasta que finalmente acampaba al margen del río Chachalacas, a una legua de Cempoala.

Narváez se había enterado de que Cortés se acercaba, y se hizo fuerte en la pirámide mayor de Cempoala, de unos 10 metros de altura, ordenó sus fuerzas y salió a esperar la llegada de Cortés. Sin embargo, al no llegar éste, Narváez regresa a Cempoala en medio de una gran tormenta. Cortés ataca la noche de Pascua del Espíritu Santo el 27 de mayo, encargando a Gonzalo de Sandoval aprehender a Narváez. Este después de una intensa lucha, logra llegar hasta arriba del templo, y prende fuego al lugar, y captura a Narváez. En esta batalla, Narváez pierde un ojo.

En ausencia de Narváez, su esposa administró muy bien sus propiedades en Cuba, incrementando su valor. En febrero de 1526, después de 5 años de cautiverio regresó a España donde se quejó amargamente con el Rey sobre Cortés.

Posteriormente logró de Carlos V el cargo de adelantado para la conquista de Florida, y se embarca de regreso a Cuba con 5 navíos y 600 hombres. Después una prolongada pausa en Santo Domingo y Cuba, navegó desde esta última con 400 hombres y 80 caballos, acompañado por Alvar Núñez Cabeza de Vaca, quien fungía como tesorero de la expedición y una especie de Gobernador suplente. Desembarcó en el lado oeste de Tampa Bay el 13 de abril de 1528. Los indios huyeron de sus chozas rudimentarias; y cuando todos los españoles estuvieron en la playa, con los caballos, Narváez levantó un estandarte de España, y con la fórmula usual tomó posesión del país en nombre del Rey. Sus oficiales entonces hicieron un juramento de lealtad a él como su gobernador; y de haber sabido ganar la amistad de los Indios, habría gobernado la provincia en paz y buena voluntad y con abundante prosperidad En cambio, se apoyó en la fuerza y crueldad para subyugar a los nativos. Las consecuencias fueron desastrosas para él y para todos los que le siguieron. La cruel mutilación de un jefe cautivo después de su primer encuentro hostil de los nativos, quitándole la nariz, y por hacer que sus perros de caza destrozaran a la madre de un cacique en presencia de sus hijos creó tal horror y odio entre la gente de toda la región del Golfo, que la venganza seguiría los pasos de los españoles que después vendrían de manera muy cercana e implacable con la tenacidad de los Indios. Narváez marchó con grandes esperanzas de Tampa, para explorar la región, ordenando a sus barcos navegar a lo largo de las costas con el mismo propósito. Le habían dicho que no muy lejos encontraría Apañachee, una ciudad muy rica y abundante. Cruzó Suwanee y después el Oktokonee. Cada día esperaba llegar a dicha ciudad llena de riquezas y comida, como aquellas de México y Perú, palacios de caciques con grandes cortes, y un país en el que pudieran vivir con grandes lujos y que lo pudieran subyugar como Cortés y Pizarro. Sin embargo, esto era solo un sueño. Los cautivos de Narváez fueron forzados a actuar como guías, llevando a sus captores hacia oscuras selvas, y arenas áridas. Los hombres y caballos sufrieron grandes enfermedades, incomodidades y hambre. Cuando un caballo moría por hambruna, los españoles se lo comían. Cada día se enfrentaban con hostilidades y traición; y cuando llegaron a Apalachee, en lugar de una ciudad espléndida y campos y graneros rebosantes de comida, encontraron una villa con cuarenta chozas con unos campos paupérrimos con muy poco maíz. No había caminos ni puentes, ni ninguna evidencia de civilización; la pobreza era común entre la gente. Los hombres de la aldea habían huido, pero pronto regresaron por sus mujeres e hijos con ofertas de amistad. Estas ofertas fueron aceptados, y todo hubiera funcionado bien, si Narváez no hubiera imitado a Cortés, capturado al cacique de los Apalachees y lo retuviera cautivo como garantía del buen comportamiento de su gente. Narváez creía que este acto mantendría a los hombres a raya, pero trataba con gente muy bélica. Estos tomaron las armas para vengarse, atacaron a los españoles con gran furia, quemaron sus propias casas para que no pudieran albergar a sus enemigos y huyeron hacia los bosques con sus familias. Narváez se encontraba ahora en el Río Appalachicola. Supo por el cacique cautivo que se encontraba en la región más rica de la zona; que bosques y lagos abundaban por doquier y que encontraría hombres hostiles a donde quiera que fuera. Le dijo que un viaje de nueve días hacia el sur lo llevaría a la costa y a mejores regiones, y le aseguró que nunca se había encontrado oro en la región.

La mala suerte hizo que Narváez escuchara pacientemente a estas palabras de desaliento, y el y sus seguidores regresaron hacia el mar. Los sufrimientos que pasaron en ese regreso fueron mortales. El país se dividía por lagos, pantanos y bosques, Tuvieron que pasar por agua hasta la cintura en muchas ocasiones y pasar por vegetación muy tupida, además estaban expuestos en cada momento a los ataques de los indígenas. Cuando finalmente llegaron al Golfo de México en la desembocadura del Appalachicola, la enfermedad estaba acabando con Narváez y sus hombres. Consumieron toda la comida excepto uno de sus caballos y estaban en una situación deplorable. Todos los pensamientos de oro y dominación habían abandonado sus mentes y se pararon sobre esas playas sin tener ningún signo de su flota, víctimas de sus propias decisiones. No había mas escapatoria de la muerte que por mar. Superando muchas dificultades, construyeron algunas balsas y las aprovisionaron con algo de maíz indígena. Con esto y con algo de agua contenida en pieles de caballo, se embarcaron y costearon hacia el Mississippi. La comida y agua pronto les faltaron, y sus sufrimientos fueron terribles. De pronto, una tormenta del Norte los golpeó severamente y dispersó la flotilla. La balsa en la que estaba Cabeza de Vaca quedó varada en una isla, donde sus tripulantes fueron capturados por los indígenas. Nunca más se tuvo noticia de Pánfilo de Narváez.

 

BIBLIOGRAFÍA:

Cabeza de Vaca, Alvar: Naufragios y comentarios. Biblioteca de historia. Ediciones Orbis. España 1986

Díaz del Castillo, Bernal: Historia verdadera de la conquista de Nueva España, ed. de José Luis Martínez, Ed. Plaza Janés, España, 1998

Hernán Cortés. Sepan cuántos, num. 165. México.

Pereyra, Carlos: Hernán Cortés. Fondo de Cultura Económica-UNAM. México 1985

Thomas, Hugh: Who´s who of the conquistadors. Cassel & Co. Londres 2000