Cuauhtémoc, el águilar que desciende - Semblanza del último Tlatoani tenochca

 

 

Xavier López Medellín

 

 

 

Página de relación

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El 13 de agosto de 1521 heroicamente defendido por Cuauhtémoc cayó Tlatelolco en poder de Hernán Cortés. No fue triunfo ni derrota fue el doloroso nacimiento del pueblo mestizo que es el México de hoy. (Plaza de las Tres Culturas, Tlatelolco, Ciudad de México)

 

Cuauhtémoc nació a finales del siglo XV; su padre fue Auhízotl, predecesor de Motecuhzoma y su madre fue Tillacapantzin, heredera al trono de Tlatelolco.  

Ascendió al trono el 25 de noviembre de 1520, tras la muerte por viruela de Cuitláhuac, sucesor de Motecuhzoma, ambos eran sus tíos. Tenía 25 años de edad. Se casó con Tecuichpo, hija de Motecuhzoma, quien antes fuera esposa de Cuitláhuac. 

El nuevo Tlatoani mexica tuvo la difícil tarea de enfrentar a los españoles, labor que desempeñó con gran valentía. Aunque era joven, tenía ya amplia experiencia en batalla y se había distinguido por su entrega en la lucha contra los hombres de Hernán Cortés, durante los reinados de Motecuhzoma y Cuitláhuac. 

Cuauhtémoc comenzó organizando sus fuerzas para atacar a los españoles y resistir la embestida que preparaba Cortés. Gracias a la labor de sus espías, se enteró de los movimientos españoles para sitiar la capital. Aumentó las cortaduras de las calzadas, acopió víveres, armas y proyectiles, mandó que las personas no aptas para la guerra salieran de la ciudad y convocó a los guerreros leales de las poblaciones cercanas a Tenochtitlán, juntando trescientos mil hombres.  

Mientras tanto Cortés cortaba los abastecimientos de agua y víveres que proveían la ciudad y sometía a las poblaciones cercanas a la ciudad. Después envió un noble mexico que había capturado a llevar un mensaje a Cuauhtémoc, convidándole con la paz, y ofreciéndole partidos ventajosos, en orden a dejarle con el reino, y en toda su grandeza, quedando solamente obligado a reconocer el supremo dominio en el rey de los españoles. El Tlatoani reunió a sus principales guerreros y sacerdotes para comunicarles la noticia y pedir consejo. Al parecer la respuesta fue general: la guerra continuaría hasta el final. Cuauhtémoc mandó su respuesta a Cortés : 

"¡En qué se anda Malinche cada día que tengamos paces con vosotros! Ya nuestros ídolos nos han prometido vitoria, y tenemos mucho bastimento y agua, y ninguno de vosotros emos de dexar a vida; por eso no tornen a hablar de pazes, pues las palabras son para las mugeres y las armas para los hombres". (Díaz del Castillo, cap. CLIV, p. 496)

En la tercera relación Cortés escribe:

"Y a este prencipal yo le había fabIado largamente para que fablase con el señor y con otros prencipales sobre la paz, y él me prometió de facer sobre ello todo lo que pudiese. Los de la cibdad lo rescibieron con mucho acatamiento, como a persona prencipal, y como lo llevaron delante de Guatimucin, su señor, y él le comenzó a hablar sobre la paz, diz que luego lo mandó matar y sacrificar. Y la respuesta que estábamos esperando nos dieron con venir con grandísimos alaridos diciendo que no querían sino morir".

Lienzo de Tlaxcala, lam. 45; Se ve la calzada entre las aguas del lago. En medio de la calzada está el templo piramidal de la diosa Toci, y sobre él un letrero en caracteres góticos que dice Tociquauhtitlan. El aparato de madera que está sobre el templo, era el destinado al sacrificio del aspamiento. El jefe de Tizatlán con otro guerrero tlaxcalteca rebasen al teocalli, y los siguen Marina con escudo, un rodelero y un guerrero armado de punta en blanco. Combaten con ellos los mexicas.

El ataque español se arreció por las tres calzadas que conducían a la ciudad: Cortés y Cristóbal de Olid atacaban desde Coyoacán, Pedro de Alvarado desde Tacuba y Gonzalo de Sandoval desde Tepeyacac. Los bergantines probaron su fuerza embistiendo canoas, derribando fortificaciones y cegando pozos abiertos de las calzadas. Sin embargo, de pronto los aztecas embistieron con terrible feracidad al sonido de tambores y caracoles. Los invasores forzaron una entorpecida retirada en la que muchos españoles fueron capturados y muchos miles de indígenas más fueron muertos.

Esta victoria animó a los combatientes aztecas. Cuauhtémoc ordenó el sacrificio inmediato de los españoles capturados, esperando con ello apaciguar a sus dioses y que les favorecieran para triunfar sobre sus enemigos.  Desde sus cuarteles fuera del lago, los españoles pudieron ver los fuegos que se levantaban en los adoratorios, mientras escuchaban los gritos de sus compañeros al ser sacrificados, lo que les infundió gran temor y tristeza. 

Cuauhtémoc procedió ahora con una guerra psicológica: difundió la muerte de Cortés, la inminente victoria azteca. Envío  las cabezas de los españoles sacrificados a las poblaciones cercanas que se habían unido a Cortés,  para persuadirles de que cambiaran de alianza y lucharan contra los invasores. Estas acciones le fueron de gran utilidad, pues sus filas se vieron engrosadas con nuevos guerreros.  

Cortés decidió entonces realizar una serie de ataques simultáneos por las tres calzadas. El objetivo era arrasar con los edificios, y para ganar terreno dentro de la ciudad, se fortalecerían como pudieran entre las ruinas a su paso.

Este nuevo asedio obligó a Cuauhtémoc a retirarse, junto con toda la corte, a la región mas apartada de las ciudades, en Tlatelolco. Las opiniones continuaban divididas: algunos querían sacar de la ciudad al Tlatoani, otros preferían fortificar esa parte de la ciudad y continuar resistiendo,  mientras que otros querían seguir atacando a los españoles hasta sacarlos de la ciudad. Cuauhtémoc, guerrero determinado, decidió seguir luchando. 

Los españoles ya habían penetrado en la ciudad y estaban bien fortificados, por lo que pudieron repeler los siguientes ataques. Comenzaron entonces a avanzar  hacia la plaza de Tlatelolco. Después de cuatro días de intensos combates pudo entrar Alvarado, poco después Cortés y finalmente Sandoval. Los españoles cerraban filas en el corazón de la ciudad. Una vez más Cortés envía una oferta de paz y pide la ansiada rendición de Cuauhtémoc. La respuesta fue la misma: los aztecas seguirían hasta el final.  

Lienzo de Tlaxcala, lam. 42; En el centro se ve la isla de México con su templo, rodeada de la laguna, y en ella alrededor canoas con guerreros que la defienden. En las cuatro esquinas se ve la toma de cuatro ciudades por el ejército de Cortés. La primera es Tecpatepec, la segunda Xochimilco, la tercera Coyoacán, y la cuarta Tlacopán.

A modo de asegurar una ruta de escape, Cuauhtémoc mandó fortificar una parte de la laguna, en la que dispuso varias canoas. Mientras tanto, para ganar tiempo, envió mensajeros a Cortés con el pretexto de negociar la paz. Éste último dijo que sólo negociaría ese tema en presencia del Tlatoani, por lo que los embajadores de Cuauhtémoc dijeron que al día siguiente vendría en persona. 

A la reunión de nuevo se presentaron los mismos embajadores, excusando la ausencia del Tlatoani, quien se encontraba preparando las formalidades de la visita, y volvieron a solicitar otro día para la audiencia. Esta historia se repitió - según Cortés - por tres días. Al cuarto Cortés perdió la paciencia y mandó a sus capitanes a inspeccionar la zona. Fue entonces que, al enterarse de lo que se preparaba en la laguna, se dio cuenta de su error y mandó a Sandoval al frente de los bergantines para vigilar la zona.   

Al día siguiente Cuauhtémoc ordenó la retirada. Cientos de canoas se abalanzaban sobre los bergantines para distraerlos y permitir escapar a la nobleza indígena. Gonzalo de Sandoval observó a siete canoas se alejaban a todo remo y ordenó al capitán García de Holguín que las capturara.

En la Tercera Carta de Relación de Cortés a Carlos V, fechada el 15 de mayo de 1522 dice así:  

El dicho capitán Garci Holguín me trajo allí a la azotea donde estaba, que era junto al lago, al señor de la ciudad y a los otros principales presos; el cual, como le hice sentar, no mostrándole riguridad ninguna, llegóse a mí y díjome en su lengua que ya él había hecho todo lo que de su parte era obligado para defenderse a sí y a los suyos hasta venir en aquel estado, que ahora hiciese de él lo que yo quisiese; y puso la mano en un puñal que yo tenía, diciéndome que le diese de puñaladas y le matase. Y yo le animé y le dije que no tuviese temor ninguno; y así, preso este señor, luego en ese punto cesó la guerra, a la cual plugo a Dios Nuestro Señor dar conclusión martes, día de San Hipólito, que fueron 13 de agosto de 1521 años”. 

Ixtlilxóchitl en la Visión de los vencidos de Miguel León Portilla dice:  

“ García de Olguín lo llevó a Cortés, el cual lo recibió con mucha cortesía, al fin como a rey, y él echó mano al puñal de Cortés, y le dijo: - ¡Ah capitán! Ya yo he hecho todo en mi poder para defender mi reino, y librarlo de vuestras manos; y pues no ha sido mi fortuna favorable, quitadme la vida, que será muy justo, y con esto acabaréis el reino mexicano, pues a mi ciudad y vasallos tenés destruidos y muertos”.  (Alva Ixtlilxóchitl)

El asedio había tenido éxito y finalmente el último Tlatoani azteca había sido capturado por los españoles. Cuauhtémoc solicitó a Cortés que permitiera la salida de su gente de la ciudad, pues las condiciones de insalubridad estaban enfermando y matando a su gente. Comenzaba el éxodo de Tenochtitlán y Tlatelolco

Lienzo de Tlaxcala, lam. 48; Dice: "Yc paliuhque mexica", que significa "con esto, ó en este tiempo, se acabaron los mexicanos".

Los siguientes días Cortés permaneció en Coyoacán, supervisando y planeando la reconstrucción de la capital de la Nueva España. Pidió a Cuauhtémoc coordinar acciones para enterrar los cuerpos y reconstruir la ciudad, empezando por el acueducto. Nombró jueces y alcaldes,  mandó a algunos de sus capitanes a labores de reconocimiento del entorno y comenzó a hacer la cuenta de las riquezas que había obtenido. 

Una vez recabado el quinto del Rey, Cortés mismo se apoderó de otro quinto, argumentando los grandes gastos que había tenido para preparar la expedición. Después repartió a sus capitanes mas cercanos su parte, y finalmente llegó el turno al resto de soldados y marineros. El botín había sido tan fraccionado, que la parte que les tocó fue mínima, al grado que muchos ni siquiera la aceptaron, generándose un descontento general en toda la tropa. Los soldados, que esperaban mejor recompensa, comenzaron a murmurar: algunos decían que Cortés lo escondía y otros que los aztecas lo ocultaban. Es entonces cuando Cortés permite la tortura de Cuauhtémoc. 

“Hecho así, cuando se hubieron ido los embajadores de los señores de Tlatelolco, luego se presentaron ante los españoles los principales de Tenochtitlán. Quieren hacerlos hablar. Fue cuando le quemaron los pies a Cuauhtemoctzin”.  (Anales de Tlatelolco)

 

Cortés dirá después en el Juicio de Residencia aplicado en su contra, que consintió en esta tortura por recomendación del tesorero del Rey, Julián de Alderete. Como sea que haya sucedido, Cortés tenía el poder de detener esta infamia y aún así permitió que pasara. Cuauhtémoc y el señor de Tacuba, Tetlepanquetzal, fueron torturados quemándoles los pies llenos de aceite.  

En esta acción murió Tetlepanquetzal, y Cortés detuvo el tormento sobre Cuauhtémoc, pues éste señaló algunos lugares en los que habían escondido algo de oro, diciendo que el resto lo habían tirado a la laguna junto con los cañones capturados. Esta última información fue corroborada por los buzos españoles, quienes encontraron algunos cañones, pero muy poco oro. Al menos poco para lo que esperaba Cortés y su hueste. 

“Allí salió la espada, el cañón, propiedad de nuestros amos. Y el  oro lo sacaron de Cuitlahuactonco, en casa de Itzpotonqui. Y cuando lo han sacado, de nuevo llevan atados a nuestros príncipes a Coyoacán.” (Anales de Tlatelolco)

El Tlatoani azteca fue retenido en las casas de Coyoacán, donde estuvo convaleciente recuperándose del tormento. Por aquel entonces regresaba a la ciudad Cristóbal de Olid, procedente del reino de Michoacán, y traía consigo al cacique de aquel reino, quien al ver lo que habían hecho a Cuauhtémoc, quedó aterrorizado.

No se conoce mucho sobre el paradero o las actividades de Cuauhtémoc a partir de este momento. Se sabe que al llegar fray Martín de Valencia junto con once franciscanos más a Veracruz en mayo de 1524, Cortés los recibe en la ciudad de México junto con Cuauhtémoc y otros nobles, quienes se sorprenden ante la humildad y aparente sumisión con que Cortés se inclina a besar el pobre hábito de fray Martín.

Se vuelve a saber de Cuauhtémoc hasta el 12 de octubre de 1524. Fecha en la que Cortés sale de la ciudad de México para dirigirse por tierra hasta Hibueras (Honduras), para castigar a Cristóbal de Olid. En esta expedición le acompañan cerca de tres mil quinientas personas, entre ellos soldados españoles  e indígenas, gente de muy diversos oficios y labores. Pero sobre todo, Cortés llevó a Cuauhtémoc y a parte de la nobleza azteca, para prevenir una sublevación en su ausencia. 

Al llegar al sur de la laguna de Términos en Campeche, probablemente en Izancánac, según Cortés supo por un indio, que Cuauhtémoc y la nobleza promovían de nuevo la guerra para exterminar a los invasores. Cortés interrogó por separado a los acusados y obtuvo de ellos la confesión. Cuauhtémoc y su primo Tetlepanquétzal, señor de Tacuba,  fueron ahorcados en un árbol en ese preciso lugar. Bernal Díaz del Castillo incluye en su Historia verdadera (cap. CLXXVII, p. 649) que Cuauhtémoc dijo: 

¡O, Malinche! Días avía que yo tenía entendido qu´ esta muerte me avías de dar , e abía conocido tus falsas palabras, ¿por qué me matas sin justicia!? Dios te lo demande, pues yo no me la di quando te me entregaba en mi cibdad de México”.

Esqueleto falso de Cuauhtémoc

 

BIBLIOGRAFÍA: 

Alva Ixtlilxochitl, F. A.: Historia de la nación chichimeca. (Crónicas de América 9) Madrid, Dastin 2000

Cortés, H.: Cartas de Relación. (Sepan cuantos 7)  México, Porrúa 1994

De Solís, A.: Historia de la conquista de México. (Sepan cuantos 89) México, Porrúa 1996

Díaz del Castillo, B.: Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, deición crítica de José Antonio Barbón Rodríguez, México, El Colegio de México 2005

León-Portilla, M.: Visión de los Vencidos. Relaciones indígenas de la conquista. México, UNAM 2002

Madariaga, S.: Hernán Cortés. Buenos Aires, Ed. Sudamericana 1974 

Martínez, J. L: Hernán Cortés. México, FCE-UNAM. 1990

Prescott, W. H.: History of the conquest of Mexico. Philadelphia, David McKay Publisher 1843

Fuentes Mares, J.: Cortés, el hombre. México, Grijalvo 1981

 

Véase también:

Descendientes de Cuauhtémoc y Motecuhzoma Xocoyotzín